a mi abuela, semilla de mujeres laboriosas La muerte pasó por la casa todo está en su lugar inmóvil cotidiano pero hay un vacío que se revela vivo un hueco que restaña el asombro de los árboles y restituye la vegetal densidad guaraní en remansos de aguas verdes de la lejanía un pacto rotundo reclama lo prometido: todos los soles y los fragores tatuados en el cuerpo, todas las manos en tan sólo diez dedos, tantos días como soles haya, desiertos roturados y preñez constante, los latigazos innobles del pródigo ausente, el cielo en un ojo y tantas cosas más como cuentos de zorros explicados a las tres, yacarés con ojos de botón y vidrio para morder Aquí solo quedan el aire y la garúa -aunque no llueva- un desierto de chicotazos y lámparas de aceite ecos del tiempo en sus cedazos |
viernes, 28 de marzo de 2008
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2 comentarios:
Diana! buscando si había novedades sobre la revista de poesía que ibas a sacar, di con tu blog... Me gusto mucho!... sobre todo esta poesía...
No digo más porque me estoy cayendo de sueño, pero prometo volver...
el observador
gracias, Alejandro!! Te cuento que Escolopendra está hibernando desde hace bastante tiempo, aunque con ganas de que resurja de alguna manera. Estoy organizando varias cosas que, creo, van a interesarte (espero que hayas recibido el mail sobre las jornadas de poesía). te agradezco infinitamente... nos vemos!!
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